‘The Last Guardian’ parte de una premisa muy sencilla: Trico y el niño deben escapar de ese extraño lugar en el que se encuentran. No sabemos por qué están donde están, pero sí que no es su sitio. La historia se irá abriendo lentamente y, gracias a un par de secuencias de las que quitan el hipo y a toda la información que vamos recibiendo poco a poco, llegaremos a entenderlo todo.
Nuestro cometido, por tanto, es encontrar siempre el camino que nos permita seguir avanzando en busca de la salida. Y aquí es donde el juego saca todas sus armas a nivel jugable. Los niveles están diseñados para poner en aprietos tanto al niño como a Trico, pero la solución siempre pasará por combinar las ventajas de cada personaje.
El chico puede colarse por pequeños agujeros o grietas, incluso puede pasar entre los barrotes de algunas verjas cerradas. Por otro lado, Trico nos será de gran ayuda para alcanzar puntos elevados que de otra forma serían inaccesibles. En ocasiones la criatura nos señalará el camino, ya que como comentaba más arriba siempre examinará los niveles para valorar sus posibilidades. En otras deberemos indicarle claramente qué hacer mediante alguna de las órdenes a nuestro alcance: ve hacia tal punto, salta, golpea.
Hay una mecánica más para la que el niño hará uso de un escudo muy especial, gracias a la que podremos destruir ciertos objetos que paralizan a Trico de miedo o barreras que impiden el paso, pero prefiero no explicar exactamente cuál es el efecto. No creo que sea un spoiler, pero a mí me pareció una grata sorpresa cuando lo descubrí, así que no daré más detalles específicos. Cabe decir, eso sí, que es algo totalmente decisivo y que en el tramo final del juego cobra un sentido verdaderamente inesperado.
Además de caminar junto a Trico, y como hemos podido ver en multitud de vídeos, tendremos la posibilidad de subirnos a él. De hecho no es una posibilidad, sino una necesidad. Y es difícil explicar con palabras lo que se siente cuando resolvemos algunos puzzles que requieren ir a lomos de la criatura, sobre todo los que implican muchos saltos seguidos o los que tienen que ver con saltos para cubrir grandes distancias. En estos casos hay dos posibilidades: que Trico descubra el camino por sí mismo y nos dejemos llevar, o que tengamos que darle indicaciones. En cualquiera de los casos lo he intentado hacer siempre subido a su cabeza y el resultado es espectacular.
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